MACROLINGOTES
Así me lo manifestó muchas veces el maestro Fernando Hinestrosa, quien acaba de partir, cuando este diario se apresta a recordar sus 125 años de fundado, un año menos de los que tiene esa Universidad. Nacieron antes y después de la Constitución de 1886, como una respuesta de quienes habían sido derrotados y necesitaban un albergue para conseguir con la ciencia, el estudio y la comunicación lo que no pudieron lograr con las armas.
Heredero Fernando Hinestrosa de esa estirpe, por su padre Ricardo y por sus ideas, regentó la universidad hasta la semana pasada, convirtiendo la modesta escuela de derecho de finales del siglo XIX en lo que es hoy: un centro docente no sólo hermoso en su aspecto físico —ubicado en los cerros de la vieja Santafé que caminaba dominicalmente con su amigo Carlos Restrepo Piedrahíta—, sino también por su lustre académico.
Jurista, políglota, melómano, consejero, pero también un hombre muy culto que encontraba en la música la explicación de los hechos cotidianos. Cuando el país, la universidad, sus profesores o alumnos afrontaban cualquier problema, aconsejaba oír la Sexta Sinfonía de Beethoven, la Pastoral, en donde hay la alegría campesina y la tormenta.
Hablaba con las palabras precisas pero también con gestos. Fue, como dijo Emir Rodríguez Monegal de Neruda, un viajero inmóvil porque le gustaba visitar el mundo —creo que fueron muy pocos los países que le faltó conocer—, pero jamás se desconectaba del suyo y de su universidad.
Fue dueño de un humor muy especial que acompañaba con sus gestos habituales. Cuando, por ejemplo, renunció a la terna para ser procurador, en uno de los pasillos de su Universidad me comentó: “Ahora soy ex ternado”.
Pocos como Fernando Hinestrosa. Cuánta falta nos va a hacer.
Por: Óscar Alarcón
Tomado del periodico El Espectador.
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