Ciencia y tecnología en el laberinto
Lo poco que se invierte en Colombia en actividades de ciencia y tecnología refleja el bajo interés no sólo de legisladores, políticos y gobernantes, sino también de un sector privado poco sensible al fortalecimiento de bases imprescindibles para la creación de prosperidad: el conocimiento, el desarrollo científico del país y la capacidad de innovación.
“Ahora sí” parece haber sido la consigna de sucesivos planes de desarrollo desde hace cinco lustros. Hay que añadir misiones de CyT en el 90, la de sabios encabezada por García Márquez en el 94 y cambios de adscripción de la entidad a cargo del tema, primero al DNP y, en 2009, a Presidencia de la República. El monto actual de inversión en investigación y desarrollo, rumiado y conocido, es de un triste 0,16% del PIB.
El plan de desarrollo, aprobado antes de la sanción del acto legislativo de regalías, dio la señal: entre las locomotoras, la que corresponde a “nuevos sectores basados en la innovación” es un inocuo triciclo que no pesa el 1% del total de aquellas ($215 mil millones para el cuatrienio vs. $235 billones).
Las regalías para ciencia y tecnología fueron la esperanza durante año y medio: unos US$450 millones para 2012, cifra atractiva.
La idea de la redistribución y de los subsidios cruzados es imprescindible a la hora de luchar contra la inequidad. Ocurre, sin embargo, que CyT no es precisamente equiparable al acceso al agua o la vivienda. La redistribución en CyT debe buscarse transfiriendo beneficios originados en las actividades de los mejores grupos de I + D, sin importar en qué parte geográfica estén localizados.
La nueva señal, disfrazada de apoyo a la ciencia, es curiosa. Ciencia y tecnología, bien público, no es, como tal, tópico municipal o regional. Así, si en una franja de Chocó hay malaria, no se deduce de allí que la investigación conducente al desarrollo de vacunas deba realizarse, necesariamente, en Quibdó o Andagoya. La distribución regional sobre la que descansa la ejecución de los recursos de CyT, originados en las regalías, poco tiene que ver con las capacidades de gestión.
Más allá de los criterios para la distribución regional, el camino a recorrer es digno de Kafka. Colciencias, por ejemplo, tiene la función de secretaría técnica del Órgano Colegiado de Administración y Decisión (que incluye ministros, gobernadores, Planeación, universidades…) que analiza y aprueba programas y proyectos financiables por el Fondo de Ciencia, Tecnología e Innovación. ¡Ah! Asisten “dos senadores que hayan obtenido más del 40% de su votación en el respectivo departamento y dos representantes a la Cámara. Esta representación se rotará cada año…”. (A.6 del D4926).
Con alta probabilidad, el nivel de ejecución será insatisfactorio. Adicionalmente, se disfrazarán actividades ajenas bajo el rótulo de CyT.
Colciencias, la gran derrotada en el proceso y el desarrollo científico del país.
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