El ex ministro de Relaciones Exteriores de Afganistán Abdulá Abdulá exigió esta semana la destitución del jefe de la Comisión Electoral, la suspensión de tres ministros (de Interior, de Educación y de Asuntos Tribales) y la presencia de varios miembros de su equipo como observadores de la segunda vuelta de los comicios presidenciales del próximo 7 de noviembre. Sin duda, las solicitudes del hombre que, tras perder en la primera vuelta, denunció la existencia de un fraude que favoreció al presidente Hamid Karzai y que luego fue comprobado por un informe independiente de la ONU, no hace más que generar tensión en un país sumido en una sangrienta guerra.
También imponen un ultimátum que complica la realización de las elecciones mismas. Y recuerdan que los organizadores de la jornada afrontan, además del fraude, varios desafíos: la seguridad durante la votación, la abstención debida a la falta de motivación de los ciudadanos (en la primera vuelta fue del 61,3 por ciento a nivel nacional y del 95 por ciento en algunos bastiones insurgentes del sur), la amenaza de un boicoteo masivo de los talibanes e, inclusive, un dolor de cabeza a nivel logístico por la llegada del duro invierno afgano. Horas antes, el mismo Karzai cedió ante la presión internacional y aceptó la realización de la segunda vuelta, pues más de un millón de tarjetones electorales -de un total de 5,66 millones- fueron anulados por fraude, lo que deslegitimó todo el proceso y automáticamente dejó su resultado por debajo del 50% con el que había ganado en la primera, el 20 de agosto. Los resultados provisionales de ese día otorgaban a Karzai el 54,6% de los votos, pero la Comisión Independiente Electoral que investigó, con apoyo de la ONU, las denuncias de fraude, redujo su victoria al 49,67%.
Ocho años difíciles
Una encuesta revela que la confianza de los afganos en su gobierno venía cayendo sostenidamente incluso antes de las controvertidas elecciones de agosto. Según el estudio de Asia Foundation, con sede en San Francisco (EE.UU.), el respaldo a la democracia en Afganistán, aunque alto, cayó al 78 por ciento este año frente al 84 por ciento registrado en 2006.
Los países occidentales pusieron en el poder a Karzai a finales de 2001, cuando una coalición internacional liderada por EE.UU. derrocó a los talibanes. Karzai fue también el candidato apoyado por Washington en las primeras elecciones presidenciales por sufragio universal directo de la historia afgana, en 2004.
Sin embargo, su estrella se ha apagado desde entonces. La administración de Barack Obama no ha ahorrado críticas para él, y Abdulá, por ejemplo, suele denunciar la 'desconexión' entre su Gobierno y la gente, atrapada en una realidad de corrupción, pobreza y violencia que lleva a muchos afganos a engrosar las filas de la insurgencia islamista. Hoy, los talibanes llevan a cabo ataques violentos y han advertido estar "preparados para una larga guerra".
"El emirato islámico (de Afganistán) informa de nuevo al pueblo que nadie debe participar en este proceso estadounidense (las elecciones) y que debe boicotear el proceso. Los muyaidines están preparados para derrotar este proceso", señala un comunicado talibán enviado a la prensa extranjera por correo electrónico.
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